El año empezó bien, en la línea de 2020, que fue un año lleno de sorpresas y contradicciones. Los mercados de renta variable siguieron subiendo de forma bastante agresiva, con ganancias saludables en lo que va de año, que ya se acercan a lo que habíamos previsto para todo el año, entre el 10% y el 15% para los principales índices. El repunte no se ha visto afectado por el aumento de los rendimientos de los bonos, especialmente en Estados Unidos. Al contrario, los mercados siguen impulsados por unos tipos de interés muy bajos y la abundante liquidez que proporcionan los bancos centrales y los gobiernos, en medio de una recuperación económica que parece muy prometedora, teniendo en cuenta el terreno que hay que recuperar.
Dicho esto, parece que los mercados se muestran cada vez más tímidos, con una serie de sesiones de bajo volumen y poca volatilidad intradía. Y no es de extrañar. Por un lado, una pausa parece tener sentido después de las ganancias que se han acumulado. Por otro, el futuro es cada vez más difícil de leer. ¿Qué debemos creer? El mensaje altamente optimista de las empresas o la línea muy cautelosa que está lanzando la Reserva Federal, todo ello en un contexto de endeudamiento público cada vez mayor que hace temer, en última instancia, un mundo más administrado, regulado y, sobre todo, con más impuestos.